jueves, 9 de febrero de 2012


Veo como ésta pequeña línea titila...y rápidamente me encuentro con la preocupación sobre qué escribir. ¿La contaminación? No, huimos de ese tema por el simple hecho de que a pesar de ser conscientes de nuestros actos, preferimos mirar hacia otro lado. Es fácil evitar esa sensación de que estamos corriendo peligro haciendo como si no fuera con nosotros, asi que no. ¿La guerra? Oh...pero si estamos tan rodeada de ella que hasta las noticias sobre la misma nos hastía. Vamos...que ante eso hay quienes preferimos cambiar el canal, pasar de largo. Por eso hay momentos en los cuales no culpo a la gente por preferir las revistas rosa.

¿Entonces que? Ya me gustaría ser una superheroína, desaparecer la hambruna del mundo, etc, etc, etc, todo eso y mucho más. Pero no, aquí estoy con una inquietud aparentemente ridícula...por que nos hemos acostumbrado a verlo así. Esto me recuerda a los exámenes del colegio o del instituto, como le quieran llamar.

- Escriba cualquier cosa

Aquella mujer resoplaba exasperada mientras esperaba con la mano tendida a que le entregara la evaluación. Yo le echaba una ojeada rápida a su rostro avinagrado para luego volver a concentrarme en la hoja. Ella movía los dedos rápidamente, apurándome (desde entonces odié ese gesto). Miré hacia el reloj, todavía había tiempo, pero no, para ella ya era suficiente.

De mala gana le entregué el examen, sintiéndome realmente inconforme con esa respuesta al final tan mal elaborada, bueno, para mí lo estaba. Sin embargo ante los ojos de esta señora de la cual no recuerdo el nombre, pero cuyo rostro es uno de los tantos maestros y maestras que les daba simplemente igual si sus estudiantes eran capaces o no de redactar lo mejor posible, así estuvieran equivocados, estaba bien...ella solo quería, como se dice coloquialmente, "salir del paso".

El único consuelo, aunque muchas y muchos no estarían de acuerdo conmigo, eran las dos horas de literatura que le seguían. Con un rostro que no pasaba de unas cejas muy unidas, en un gesto gruñon, miraba por encima de sus gafas, mientras nos leía, escrutándonos con la mirada. Siempre alzaba una ceja, escéptico, cuando por cosas extraordinarias en esta vida pillaba con un libro a alguno. Se le podía leer en la cara: "¿pero que mierda estás leyendo? ¿Walter Riso? ¿Carlos Cuauhtémoc Sánchez?" Seguido de una reprimenda cargada de comentarios ácidos. Vamos...que hubo un tiempo en el que esos libros estaban de moda.

Los periodos académicos pasaban rápidamente entre ensayos de capítulos, reseñas, resúmenes...y entre una cosa y la otra nos enseñó algo que a mi parecer es más valioso que todos los temas que trabajamos durante aquel tiempo, algo que tengo grabado a fuego en mi mente. El acto de escribir, antes que tener en cuenta aspectos técnicos, es una actividad que implica un análisis constante de uno mismo y de la relación que se tiene con el mundo. Hay un momento mágico y es cuando se está tratando de plasmar las ideas, cuando se intenta dar vida a ese mundo que aguarda en lo más hondo de cada uno.

No importa los años que se tengan o si se es un escritor famoso...escribir nunca será una labor fácil, requiere de paciencia, perseverancia para plasmarlo en aquella hoja o en la pantalla de esta PC. Escribir por escribir...o lo que es lo mismo, escribir cualquier cosa simplemente por cumplir, por andar a la carrera o porque no nos queda de otra, es llevar a cabo una actividad vacía, sin sentido...sin sentimiento alguno. Es, por ejemplo, como preparar un platillo, lo haces pero sin ganas y eso se refleja a la hora de probarlo...cuando le das el primer mordisco. El secreto de la delicia, de la buena sazón está no solo en saber elaborarlo, sino también en ponerle mucho empeño, disposición...ánimo.

Igual, cuando abres por primera vez un libro o cuando revisas esos ensayos viejos y polvorientos, lo notas desde la primer página: el amor con la cual cada frase fue plasmada. Y te sumerges, te pierdes, identificándote con tal o cual personaje, con las circunstancias. La palabra se convierte en un puente romántico, idílico, adentrándonos en el misterio, aguardando sorpresas. Si los seres humanos aprendiéramos desde muy chicos a comunicarnos de esta forma...es bastante probable que dejáramos de lado otras que ante todo no hacen más que lastimarnos, nos hieren y destruyen al otro o a comunidades enteras.



1 comentario:

  1. Le llaman catarsis al escribir, expulsar los demonios, también. No sé si al final del escrito y su publicación esto ocurra, pero, antes que el resultado, el proceso es lo que importa. Esa reflexión que mencionas es la que nos abre la mente y el corazón para que nosotros mismos los y nos conozcamos. Las palabras los aflojan y al final de ese desbarajuste es que brota algo, cualquier cosa, de uno mismo. Lo que sea estará bien, pero hay que dar algo propio, en vez de todo lo que ya existe en otros medios. Es muy difícil, pero al menos el intentarlo nos vuelve más originales que el esperarlo. Nos hace propios. Nos recuerda que somos únicos y tenemos la oportunidad de demostrarlo.

    ResponderEliminar