La convertimos en más que solo piedra, la convertimos en el inocente sueño del atardecer, en la princesa de los caídos bajo las estrellas, en la tierna promesa de un hombre dulce, en el profundo deseo de un ser que se confunde en las tinieblas. Ella es todo, es cada uno de nosotros, es nuestras más oscuras perversiones y nuestros más bellos sentimientos.
domingo, 13 de noviembre de 2011
La convertimos en más que solo piedra, la convertimos en el inocente sueño del atardecer, en la princesa de los caídos bajo las estrellas, en la tierna promesa de un hombre dulce, en el profundo deseo de un ser que se confunde en las tinieblas. Ella es todo, es cada uno de nosotros, es nuestras más oscuras perversiones y nuestros más bellos sentimientos.
jueves, 10 de noviembre de 2011
En mi alma, en mi corazón, me esmeraba por escuchar cómo caía cada gota, hasta sentir que el tiempo pasaba lento. Cada pulso de mis venas, cada latido en mi pecho resonaba en mis oídos, pesados, acompasados, despacio…
En aquel instante, no había nada más. Me permití interrumpir mis reflexiones y darle gusto a mi vida consintiendo mis sentidos, despertándolos, absorbiendo, captando cada sonido, cada movimiento, cada degustación…cada aroma.
Darse un espacio para sí mismo, vendarse los ojos, acallar las voces de nuestro interior, silenciarlas y hacer que nuestros procesos intelectuales se frenen por un rato. Detenerse por un momento en la carrera de la vida para detallar lo que el mundo tiene para ofrecernos. El aroma del café recién hecho, el olor a humedad después de la lluvia, el fresco perfume mentolado de los árboles. Así, todo un universo, muy diferente, se abre a nosotros. Para entender a veces es necesario ver con los ojos del alma.
No necesariamente porque tengamos la capacidad para ver, significa que podamos disfrutar a plenitud de todo aquello que nos circunda. De vez en cuando no está de más comprender el por qué las personas ciegas tienen la habilidad de desnudarnos el alma con mayor facilidad que aquellos que nos ven.