Y mientras todos rezaban, alzaban las manos al cielo, se arrodillaban (expresiones que siempre me han parecido exageradas y demasiado sumisas), yo observaba con detenimiento a aquella pareja. Sí, a aquella pareja de ancianos que estaban renovando sus votos y apunto de estrenar argollas nuevas y hermosas, argollas de oro.
Cincuenta años...Cincuenta años no solo de amor, sino también, "de aguante" como decimos coloquialmente. A pesar de todos mis esfuerzos por no volverme sentimental, por que el matrimonio me parece el peor engaño y la peor fachada del mundo, no pude evitar sentirme conmovida con semejante escena.
Aunque mis manos estaban tan frías, sentía como si en mi pecho se hubiera encendido una pequeña flama, sentí calor. Aquel par de viejitos habían tocado "una cuerda" en lo más profundo de mi corazón. La manera como se tomaban de las manos, la forma como sonrieron después de aquel sencillo beso...Todo esto estaba más allá de cualquier otra cosa en este mundo.
Me aterré al pensar que era uno de los momentos más hermosos que había visto en mi vida. Y así...no tuve más opción que reírme de mi misma por aquel pensamiento, por supuesto, acompañado de un fuerte aplauso, que unido al del público, le enviaba mis mas sinceras felicitaciones a aquella pareja tan veterana en el amor.
50 años de amor reflejados en la tolerancia, la paciencia, la decisión, la perseverancia y a veces, tal vez en la mayoría de las veces, la obligación y la resignación.
ResponderEliminarEs mucho tiempo. Y dicen que el amor se acaba. ¿Cuánto tiempo falta para que se acabe? ¿Para que comience?