domingo, 1 de enero de 2012

Había devorado lentamente el libro, como quien se sienta ante un delicioso platillo y lo degusta con toda la paciencia del mundo, me había sumergido tanto...que me sentía ajena. Sin embargo, la señora de la banca me trajo de nuevo a la realidad, disipando mis ensoñaciones, soplando la vela de mi imaginación por un instante, volviéndome presa de la nostalgia.

Un nuevo año comenzaba, todos reían y se movían al compás de la música. El aire se colmo de los más extravagantes y clásicos sonidos, algunos (por no escribir la mayoría) carentes del más mínimo sentido y otros con los cuales pensaba..."ah, ese es bastante viejo, me recuerda..." En medio de mis reflexiones, por que mi mente se me parecía a una enorme locomotora antigua sin freno, hacía uso de la palabra mientras mis ojos se entretenían con la forma en como la gente expresaba su felicidad, su contento.

La noche se sentía joven y tardía al mismo tiempo, alcé la vista al cielo por un momento y me quedé allí entretenida, viendo aquellos diminutos y lejanos destellos de las escasas estrellas. "Debería irme a descansar" Caminando, disfrutando un poco del frío de la noche, rememoré aquel libro que me había capturado tanto, pero un figura menuda, sentada en una banca, arrebató mi atención.

En su rostro estaban las marcas, los surcos de los años, de la batallas libradas, de la tristezas y las preocupaciones. Tenía una mirada cansada que atrapó la mía. Estaba allí, sola frente a una casa a oscuras, así como sus ojos...con el fantasma de lo que podría ser una sonrisa. Mis pasos se hicieron más lentos, con el corazón recibiendo gotitas de tristeza.

Es claro, no podemos solucionar todos los problemas del mundo y aún así no pude evitar sentirme impotente mientras con cada pisada la dejaba atrás, alejándome de ese episodio de silencio y adentrándome de nuevo en el ruido. Ella fué como una piedra arrojada al lago calmo de mi alma, recordándola de tanto en tanto, dándome cuenta de lo mucho que nos olvidamos de los otros, de sus penas y sufrimientos que les consume la vida, al estar tan inmersos en nuestras propias alegrías.

No está de más regalar calor humano y sonrisas, pueden salir por montón...y son gratis.

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