miércoles, 30 de marzo de 2011

CORTA ANÉCDOTA NOCTURNA



El sonido del silencio...todo lo abarcaba, en tanto con mi mirada detallaba cada aspecto, cada defecto del techo blanco, monótono, que me recordaba al vacío. Amo el silencio, pero esa noche me daban ganas de salir corriendo, escuchar una voz que me tranquilizara, hacer algún ruido con mis instrumentos y despertar a los vecinos sin que me importara, escuchar como se rasga el papel mientras escribo. Aquella noche...ansié todo eso ¡y más!

¡Quería ver las estrellas!
¡Quería escuchar mi obra de música clásica favorita, a todo volumen como si me quisiera desgarrar el alma!
...Quería sentir su boca en la mía para que me consolara...

Sí, esa noche el silencio lo impregnaba todo con un insoportable aire de abandono. Y yo...yo no fuí la excepción, me uní a la escena triste sin desearlo en realidad, allí en medio de todo y acompañada de nada.




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